Tres motivos por los que el sexo ya no te interesa como antes
No me apetece nada hacerlo con mi pareja, bueno ni con nadie. No tengo novio y para hacerlo con un idiota prefiero no hacer nada. No me llama la atención masturbarme, no me gusta.
Frases como estas las he escuchado y/o leído en repetidas ocasiones durante los últimos meses tanto dentro como fuera de consulta. ¿Cómo puede ser cierto esto? ¡Si a todo el mundo le gusta el sexo!
Porque, de puertas para afuera parece ser que tenemos una especie de obligación, la de demostrar a todo el mundo que nos encanta el sexo, que somos personas abiertas, que normalizamos las relaciones, que estamos empoderadas, que nos equiparamos a los hombres en cuanto a deseo y ganas, que no tenemos tapujos en decir lo que nos apetece y en hacer lo que nos venga en gana…
Pero, de puertas para adentro, en la intimidad con nuestra mejor amiga, con nuestra terapeuta, con nosotras mismas… la historia cambia.
El sexo no es sólo una actividad, es una idea. Y nuestras ideas sobre el sexo son, en el fondo, tan complicadas, que hacemos que la actividad sea complicada.
Porque las relaciones íntimas ya sean con otra persona o con nosotras mismas están inevitablemente ligadas a nuestras más arraigadas creencias, a nuestros esquemas nucleares, a los pensamientos que tenemos sobre nosotras, los otros, y el entorno. Y, reconócelo, no son creencias precisamente sencillas ni, en la mayoría de los casos, precisamente positivas.
Vale, pero, ¿y por qué pasa esto? ¿Por qué ya no me interesa nada que tenga que ver con el sexo?
Es bastante sencillo. Cuando una actividad opcional (la cual no tienes obligación de practicar) no resulta placentera y, por el contrario, se convierte en una fuente de estrés, malestar, incomodidad, inseguridad, tristeza o descontento… ¿por qué motivo ibas a interesarte por ella?
Respondiendo a esta pregunta, te diré que la mayoría de personas dice que lo que quiere del sexo es una combinación de placer e intimidad (intimidad en el amplio sentido de la palabra: afecto, confianza, proximidad, sentido de pertenencia…). Pero, sin embargo, te puedo decir que esto no es en lo que se concentran la mayoría de las personas cuando tienen alguna actividad sexual.
Te preguntarás, ¿y en qué se concentran las personas durante las relaciones sexuales? La lista es bien larga, pero para resumir…
- En su propio aspecto durante la actividad sexual
- En su olor
- En su voz o en los gemidos o ruidos que emite
- En evitar algún error
- En no hacer caso (o evitar) el dolor
- En llegar rápido al orgasmo
- En no llegar demasiado rápido al orgasmo
- En mantener la erección
- En estar lo suficientemente lubricada
- En reprimir las emociones
- En funcionar de forma “normal”
- En intentar indirecta y silenciosamente que la otra persona haga algo que te apetece
En resumen, el primero de los posibles “por qué” no te interesa el sexo.
1. No te abandonas a las sensaciones
Es posible que te dediques más a observarte durante tus relaciones sexuales que en experimentar tus relaciones sexuales. Esto, indudablemente, limita tu capacidad de disfrute.
Concentrarte en cómo están funcionando tus genitales es una enorme distracción para conseguir placer e intimidad. Aunque muchas personas (quizás tú incluida) piensen que ésa es la forma correcta de mejorar el sexo, es justamente lo contrario.
La vigilancia constante interrumpe brutalmente tus sensaciones eróticas, tu expresión y tu satisfacción. Como decía el psicólogo Marty Klein: “Es como intentar disfrutar de una cena llevando un traje blanco, nuevo y caro. Aunque no consigas mancharte el traje, el hecho de tener que prestarle atención continuamente te arruina la comida”.
2. Te centras en metas equivocadas
Este punto está irremediablemente ligado al anterior. Y es que tu afán por controlar la correcta funcionalidad de tu cuerpo y tus genitales nace de necesidades que poco tienen que ver con el placer y la intimidad que las actividades sexuales generan (o deberían generar).
Puede que identifiques alguna de esas necesidades (conscientes o no):
- Reafirmarte en que eres sexualmente deseable
- Reafirmarte en que eres sexualmente capaz
- Confirmar tu feminidad (o masculinidad)
- Sentirte “normal”
- Aliviar la ansiedad que produce tu actuación en la cama
Es posible que intentes satisfacer necesidades emocionales a través de la sexualidad, pero las actividades sexuales no son la mejor forma de hacerlo.
Intentar conseguir indirectamente confirmación, reafirmación y otros tipos de recompensas psicológicas del sexo (especialmente, si tu misma no aceptas esas motivaciones o no informas a tu pareja sexual) complica la sexualidad, la vuelve impredecible y supone mucho esfuerzo.
Si tú estás lidiando con estas necesidades emocionales y tratas de satisfacerlas a través de una sexualidad que se centra en la actuación, y no eres consciente de ello, puede que sientas que el sexo no merece la pena, que es demasiado esfuerzo, o que no te sientes tú misma, o que te sientes sola.
Quizás esto explique por qué no te concentras en el placer y en la intimidad durante el sexo. Porque también estás buscando algo más, tanto si eres consciente de ello como si no. Esto también ayuda a explicar por qué hay tantas personas sexualmente insatisfechas, porque el sexo no les está aportando lo que realmente desean; de hecho, no puede aportarles lo que desean a través de la excelencia genital. Y cualquier satisfacción psicológica que consigues accidentalmente no perdura porque es indirecta, no reconocida, y pasajera.
3. Tienes miedo al fracaso
Para muchas personas, el sexo se basa principalmente en triunfar o fracasar. Se preocupan por que su cuerpo no haga lo que “debería” (como lubricar lo suficiente), no sea como “debería” (acorde a los cánones), o porque haga lo que “no debería” (como mojar la cama).
Me he encontrado con frases con las que quizás te sientas identificada:
- Él espera un polvazo el día de su cumpleaños y yo no puedo garantizar que estaré de humor para eso porque ese día tengo una reunión súper estresante y agotadora
- No puedo competir con Lara Álvarez o Georgina Rodríguez
- La semana pasada salimos con una pareja que acaba de enamorarse. Resulta incómodo estar con personas que se atraen tanto mutuamente.
- Ha sido un sábado noche perfecto, no soportaría tirarlo por la borda manteniendo relaciones y no pudiendo llegar al orgasmo.
- Los niños se han ido al campamento y mi marido y yo no lo hemos hecho ni un día.
- El otro día viendo una peli en el sofá salió una escena súper erótica. Los dos nos sentimos incómodos
La mayoría de las personas quieren “actuar” bien durante los encuentros sexuales, porque imaginan que es la mejor forma de satisfacer al otro (y evitar el “fracaso” y la decepción de la otra persona). Pero como hay una gran parte de la “actuación” sexual que está fuera de nuestro control (no podemos tener una erección o lubricación a voluntad), la necesidad de “actuar” conduce a la ansiedad.
Irónicamente, la presión de tener que ser la mejor, crea y mantiene gran parte de tu dificultad sexual y de la frustración que tanto temes, y que al final acabas teniendo. Ansías aliviarte de esa presión a la vez que te lamentas de que ese alivio es imposible.
De nada te servirá ir a talleres de felación, ver tutoriales en YouTube sobre las mejores posturas para dar placer, leer decenas de artículos sobre anatomía genital, o buscar en tiendas eróticas ampollas para la libido… si no eres capaz de confiar en ti, de relajarte, de dejarte llevar, de aceptarte, de fluir.
Estas son solamente 3 claves que te acercan al meollo de la cuestión. Pero ya habrás podido intuir que, si el sexo ha dejado de interesarte, los motivos pueden ser algo más complejos, pero ello no significa que sea algo imposible de trabajar.
Si quieres volver a sentir pasión y ganas, si quieres volver a encender esa llama que antes ardía con tanta fuerza, solo tienes que ponerte manos a la obra. Solo tú tienes las respuestas. Pero necesitas que alguien te haya las preguntas adecuadas.
Y para eso estoy yo.
Para guiarte y acompañarte en el camino. Para poner un poco de luz donde creías que ya solo quedaban sombras. Para ayudarte a sentir comodidad, calma, plenitud, satisfacción e ilusión. Cuenta conmigo.
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Ana Cruz
Psicóloga Sexóloga
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