Las 5 distorsiones cognitivas más frecuentes en personas apegadas a una relación insana
Muchas personas viven entrampadas en relaciones afectivas enfermizas de las cuales no pueden, o no quieren, escapar.
El miedo a perder la fuente de seguridad y/o bienestar las mantiene atadas a una forma de relación “pseudoamorosa”, de consecuencias nefastas para su salud mental y física.
Es posible que sea tu caso e, inmersa/o en el mar de la dependencia, ni tan siquiera te hayas percatado. O quizás tengas cerca a alguien a quien ves que, con el tiempo, estar mal se ha convertido en su costumbre. Es como si todo tu sistema psicológico se adormeciera y comenzara a trabajar al servicio de la adicción a esa relación, fortaleciéndola y evitando enfrentarla por todos los medios posibles. Lenta y silenciosamente, el amor pasa a ser una utopía cotidiana, un anhelo inalcanzable. Y a pesar del letargo afectivo, de los malos tratos y de la constante humillación de tener que pedir ternura, como persona apegada a una relación disfuncional te niegas a la posibilidad de un amor libre y saludable; te estancas, te paralizas y te entregas a tu mala suerte.
No importa qué tipo de vínculo tengas, si realmente quieres liberarte de esa relación que no te deja ser feliz, puedes hacerlo. No es imposible. Solo tienes que empezar a cambiar las viejas costumbres adictivas y limpiar tu manera de procesar la información. Si aprendes a ser realista en el amor, si te autorrespetas y desarrollas autocontrol, habrás empezado a gestar tu propia revolución afectiva.
Para poner en marcha esta revolución, debes partir de una visión real de tu vida amorosa. De lo que es, y no de lo que te gustaría que fuera. Si logras comprender tu relación en el aquí y el ahora, sin pretextos ni evasivas, podrás tomar las decisiones acertadas, generar soluciones o comenzar a despegarte.
Pero no todo es tan sencillo. Existen ciertas distorsiones cognitivas que te impiden alcanzar esa posición realista de la que te hablo, y que fortalecen irracionalmente tu conducta de apego a esa relación. Estas distorsiones de la realidad actúan imposibilitando que te des cuenta de la verdadera relación que estás viviendo, y por lo tanto, te están frenando continuamente en tu camino hacia una relación sana y satisfactoria. Sigue leyendo, seguro que te suena:
Excusar o justificar el poco o nulo amor recibido
Es duro aceptar que no nos quieren con todas las ganas. Y no me refiero solamente al placer que produce sentirse amado, sino a la autoestima implicada. Cuando la persona a la que amas te quiere a medias, con limitaciones y dudas, la sensación que queda es más de agradecimiento que de alegría, como si estuvieran haciéndote un favor.
Me quiere, pero no se da cuenta.
Los problemas que tiene le impiden amarme.
Es que ésa es su manera de amar. No sabe hacerlo de otro modo.
Se va a separar, aunque ahora no es el momento. No es culpa suya.
Una buena relación no permite reparos afectivos. Cuando el sentimiento vale la pena, es tangible, incuestionable y casi axiomático. No pasa desapercibido, no requiere de terapias especializadas ni de reflexiones profundas. Se destaca y se nota. Si hay dudas, algo no va bien, la relación está enferma. Sanarla implica el riesgo de que se acabe, pero dejarla como está es hacer que el virus se propague. Si eres una persona apegada a tu relación, preferirás siempre la segunda opción, a pesar del daño que te hace.
Minimizar los defectos de la pareja o la relación.
Como persona apegada, es probable que tiendas a reducir los defectos de tu pareja al mínimo, para hacer más llevadera la relación y disminuir los riesgos de ruptura. Cuando la minimización se exagera, se convierte en negación.
Todo está bien, no hay problemas, apenas discutimos. Es soportable.
Nadie es perfecto, seguro que hay parejas peores.
No es tan grave, no recuerdo que haya habido nada tan malo.
El apego tiene la peligrosa propiedad de amplificar las virtudes y achicar las deficiencias según convenga. Todo el sistema de procesamiento de información se coloca al servicio del autoengaño. La estrategia es incrementar la indulgencia para que las cosas no se vean ni duelan tanto. La estrategia del avestruz.
Creer que todavía hay amor donde no lo hay.
Un mal duelo, es decir, la no aceptación de una ruptura o pérdida afectiva, puede estar mediado por lo que en psicología se conoce como correlaciones ilusorias. En determinadas circunstancias, podemos establecer nexos causales entre dos eventos que no están relacionados sino en nuestra anhelante imaginación. Estas “malas lecturas” o interpretaciones erróneas son muy comunes en personas que, habiendo terminado una relación, insisten en ver amor donde no lo hay.
Aunque no estemos juntos, sé que todavía me quiere.
Un amor como el nuestro nunca acaba, durará por siempre.
Todavía me mira, todavía me llama a veces y se interesa por mí. Eso significa algo.
Aún no está con nadie, eso es que no puede dejar de pensar en mí.
Debes saber que este abanico de creencias está guiado por la ilusión de permanencia y el anclaje al pasado. Tu idea central es que tu relación puede permanecer inalterable, invariable y resistente a cualquier circunstancia de la vida, como si estuviese en conserva. Un amor en formol. Ese romanticismo a ultranza te está llevando a un limbo afectivo, del cual posiblemente te niegas a salir, y un rechazo categórico a aceptar la ruptura.
Es posible, incluso, que movida por el afán inconsciente de verificar la vigencia del lazo afectivo entre vosotros, comiences a recabar datos confirmatorios, sin saber que, en ciertas ocasiones, la durabilidad de la unión entre dos personas no necesariamente indica amor o felicidad, pues puede estar fundamentada en cualquier otro sentimiento como interés, miedo, pesar o, incluso, odio.
Persistir en recuperar el amor perdido.
No darse por vencida y luchar hasta la muerte es recomendable en muchos aspectos de la vida, pero cuando se trata de una relación difícil o imposible, el consejo debes tomarlo con pinzas. En determinadas circunstancias debes aprender a perder y a retirarte oportunamente ya que puede ser tu mejor elección. Cuando la perseverancia se convierte en obstinación, la virtud cede paso a la inmadurez.
Me leyeron las cartas y dicen que vamos a volver. Dios me ayudará a recuperarle.
Intentaré nuevas estrategias de seducción, no supe retenerla pero ahora la voy a recuperar.
Mi amor y mi comprensión y mi comprensión sanarán este amor y lo salvarán.
Alejarte, pero no del todo.
En los dilemas afectivos no quieres perder ningún beneficio. No importa cuán enfermiza sea tu relación, lo fundamental para ti, si eres una persona apegada, es conservara tu persona amada, aunque sea a pedazos. El miedo a quedarte sin afecto te lleva a establecer metas incompletas, postergaciones amañadas y remedios insuficientes.
Voy a dejarlo poco a poco, de golpe sería demasiado duro para él.
Seremos solo amigos… O, vamos a ser solo amantes.
Continuar con una relación a medias o de esta forma, con la excusa de no hacer daño, es la peor de las decisiones. No solamente impides la elaboración del duelo, sino que perpetúas el sufrimiento por tiempo indeterminado.
Si estás en una relación enfermiza y tienes miedo a salir, o si has perdido a la persona a la que amas y no eres capaz de aceptarlo, es probable que estés utilizando alguno de estos pensamientos perturbadores que te he descrito. Todos obedecen a la misma necesidad: retener la fuente de apego mediante el autoengaño.
Deja de engañarte. Si logras observar las cosas como realmente son, dejando los sesgos y las mentiras a un lado, tus esquemas irracionales comenzarán a tambalear. Aunque te duela en el alma y tu organismo entre en crisis de abstinencia, no hay otro camino. La liberación afectiva y la ruptura de los viejos patrones de adicción no toleran la anestesia, porque las grandes revoluciones siempre exigen atención despierta.
Pero es normal que sientas miedo de hacerlo sola. En muchas ocasiones el camino se hace más fácil si se hace acompañada. Te comprendo. Por eso te ofrezco mi ayuda, para empezar a quitarte las vendas que no te dejan avanzar, que te impiden ver tu verdadera felicidad para ir a por ella.
Escríbeme y cuéntame tu situación. Juntas trazaremos el camino a seguir y te ayudaré a derribar todos los muros que te están frenando para que veas tu nuevo camino a seguir.
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Ana Cruz
Psicóloga Sexóloga
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