¿Eres de las personas que afirmarían esto sin pestañear? ¿Te has parado a pensar lo irracional que es este pensamiento? Sí, como lees. Pocas cosas existen más irracionales que buscar la certeza absoluta. Titubear, tantear, cuestionar o sospechar no son defectos de tu personalidad ni demuestran debilidad o indecisión, si no que forman parte de una mente escudriñadora y naturalmente incrédula que quiere decirte algo. Dudar de forma inteligente y sagaz dará a tu mente un vuelo especial. Pero no solo eso. Cuando el suelo se tambalea y comienzas a duda de algo… piénsalo. Tu mente es sabia, quiere decirte algo.

Imagina lo siguiente. Es la historia de Meri.

Lleva un tiempo con su pareja, no demasiado. Empezó con ilusión, dejándose llevar por la magia de las hormonas del enamoramiento, que la transportaron a ese paraíso de colores en el que su perfecta película romántica se desarrollaba sin incidentes.

Pero, de repente, le empiezan a asaltar las dudas. Hay algo en esa persona que no le termina de encajar. Algo se remueve en su interior y Meri comienza a sentirse algo confusa. Observa diferencias entre ellos que la incomodan. No confía en su relación como antes. Incluso no confía en él como antes.

¿Qué crees que puede pensar Meri ahora? ¿Qué opciones tiene?

Estoy un poco paranoica y veo obstáculos donde no los hay. Llevo mucho tiempo sin pareja, mis anteriores relaciones no salieron como yo esperaba, y ahora que por fin parece que encajo con alguien, mis miedos me están impidiendo disfrutar del momento. No sé por qué dudo tanto, debería pensar menos las cosas y dejarme llevar por la situación. Ahora que ya lo conocen en mi círculo no tiene sentido que cambie de opinión sin tener motivos…

Quizás estas sensaciones quieren decirme algo, aunque ahora mismo no logro entender el por qué. Debo estar atenta a las señales que mi cuerpo y mi mente me envía, y analizar el por qué me estoy sintiendo incómoda con él. Es cierto que si decido acabar con esta relación mi entorno puede extrañarse ya que todo parecía ir bien, pero necesito ser coherente conmigo misma, no con los demás. Mis decisiones, mis creencias y mis ideas no son inalterables, tengo derecho a cambiar de opinión, a dudar, a cuestionar lo que parecía establecido, y no pasa nada por ello.

¿Qué le dirías a Meri? ¿Qué te dices a ti mism@ cuando las dudas te asaltan? ¿Te escuchas, te paras a analizar tus sentimientos y emociones? ¿O te convences de que eres demasiado indecis@ y de que no deberías dudar tanto?

Es cierto que, en ocasiones, nos invade una duda retardataria que nos inmoviliza, nos impide tomar decisiones y nos genera demasiado miedo a equivocarnos. Hay personas que tienen serios problemas con la toma de decisiones y buscan incesantemente una certeza absoluta antes de actuar. Estas personas suelen quedarse sin saber qué hacer, paralizadas por el temor y la inseguridad. Si sientes que eres una de estas personas, puedes contactar directamente conmigo para que pueda ayudarte a salir de los bucles en los que entras por miedo a tomar la decisión equivocada.

Pero, sin embargo, existe también una duda motivadora que es inspiradora, estimulante y muy poderosa. Nos empuja a explorar el mundo y la realidad, incluso a nosotros mismos. Una mente flexible y abierta al cambio y al conocimiento es capaz de preguntarse a sí misma: “¿Y si estoy equivocada?”, “¿Y si mi verdad no es la verdad?”, “¿Y si mis fundamentos no son los correctos?”. Es capaz de interrogarse de esta manera sin entrar en crisis porque no tiene miedo al cambio.

¿Cómo saber si te equivocas si nunca dudas de ti misma?

La duda confunde, sí, pero a la vez actúa como un motor interno que nos espolea y nos lleva a actuar. Piénsalo. Sin la más mínima confusión, sin la menor de las contradicciones, estaríamos todavía en la Edad de Piedra. El poeta Walt Whitman decía: “¿Me contradigo? Muy bien, me contradigo. Soy amplio. Contengo multitudes”.

Escúchate, respétate, y acepta que eres un ser que fluctúa y puede cambiar.

Meri decidió decirle a su pareja que no deseaba continuar con la relación porque había ciertos aspectos de él que no terminaban de encajar con lo que ella buscaba en una pareja. Él no terminó de comprenderlo: “¿Por qué? Si me has conocido así”. Tras pensar unos segundos, Meri le contestó: “Pues ya no pienso igual, he cambiado de opinión”.

No se trata de que cambies de parecer cada cinco minutos, o de que te conviertas en alguien tan sugestionable que cualquiera pueda “lavarte el cerebro”. Se trata de la “renovación” que a mente debe hacer para actualizar su visión del mundo y adaptarla a los cambios naturales de la vida. A veces, esos cambios serán externos y deberás ser flexible para fluir con ellos, y en otras ocasiones, los cambios vendrán de tu propio interior.

Pregúntate a ti misma, pon a prueba tus creencias, confróntalas, sacude cada lugar de tu mente. No te conformes con una verdad impuesta (por tu familia, por tu pareja, por tus amistades, por la sociedad, por tu cultura…). Si en ese examen a fondo confirmas tus esquemas y decides continuar con ellos por propia voluntad, los abrazarás con la tranquilidad de no ser una persona dogmática sorda, ciega y muda. Y si no se confirman, procederás a una transformación radical. Posiblemente confusa e imperfecta, pero con la seguridad de que te vas acercando a tu verdad, de que estás siendo coherente contigo misma.