Pero, ¿cómo es posible que alguien, hoy en día, todavía no se sienta cómodo/a para expresar con libertad su orientación sexual en su ámbito familiar?, te preguntarás.

Déjame explicarte que, a pesar de lo mucho que se ha avanzado en materia de igualdad en este sentido, todavía queda mucho por hacer. Existe una amplia diversidad de situaciones familiares. Desde padres que aceptan muy bien la orientación sexual de su hijo/a y son ellos mismos los que se interesan por la orientación de su hijo/a, hasta familias que lo viven como un auténtico drama. También hay otro tipo de familias que, aun sabiéndolo, nunca se ha hablado sobre el tema, y otras que, por el contrario, ni se lo imaginan.

Aunque existe la posibilidad de que la relación familiar se deteriore en una primera etapa, son muchas más las consecuencias positivas que negativas que se vivirán del hecho de poder hablar abiertamente de una parcela tan importante de la vida de una persona.

Si eres padre, madre o familiar de una persona que acaba de declararse abiertamente parte del colectivo LGTBI, es posible que estés pasando por alguna de estas etapas:

La noticia cae como una bomba en la familia, más si se trata de algo inesperado. Pueden desencadenarse situaciones de confusión e incluso llanto en alguno de los miembros. Ante esta reacción negativa, nuestro hijo/a llega a pensar “¡sigo siendo él/la mismo/a!”. Pero es posible que el entorno familiar le vea como alguien diferente. En este momento los padres han de recordar que no han perdido a su hijo o hija, que sigue estando allí. No ha cambiado, siempre ha sido así, lo que se ha modificado es la percepción que tienen de él (Generelo, J, 2004). 

Se niega la realidad que acaba de hacerse explícita y esto puede hacerse de distintas formas:

• Hostilidad: Se produce un rechazo frontal a esta situación y se pueden dar conflictos graves, e incluso faltas de respeto.
• No aceptación: Posiblemente los progenitores ya sabían de la homo/bisexualidad de su hijo/a y, aún habiéndose evidenciado, quieren seguir mirando para otro lado, como quien oye llover: “muy bien, ¿Qué quieres para comer?”
• Desprendimiento: El/la progenitor/a marca unos límites con respecto al tema: “Vale, muy bien. Pero NO quiero volver a saber nada sobre ese tema”.
• Rechazo: Es el pensar que se trata de una etapa pasajera: “Seguro que es sólo una etapa, ya se le pasará”. Los prejuicios sobre la homosexualidad hacen que los padres piensen cosas como: “Es muy inmaduro/a”, “no ha conocido la persona adecuada”, “es porque no tiene éxito con el sexo opuesto”, “ha tenido malas experiencias”, etc..

Es una fase algo más acusada en las madres, a quienes se les atribuye el mayor peso en el rol de cuidado de los hijos, y surgen pensamientos del tipo: “¡Qué habré hecho yo para que mi hijo/a haya salido homosexual?”, “Si es que le deje irse demasiado con esas chicas/os…”, “¿Qué pensará el vecindario de cómo le/la he educado?”.

Ellos no han hecho a sus hijos homosexuales, como tampoco han hecho heterosexuales a sus hermanos (Generelo, J, 2004).

Tras el silencio de las fases anteriores, se empiezan a expresar sentimientos de forma progresiva con respecto al tema.

Se trata de cómo va a funcionar la dinámica familiar a partir de este momento. Pueden darse dos vertientes:

• La relación familiar continúa siendo fuente de aceptación, respeto mutuo y honestidad.
• Los progenitores marcan sus límites, limitando así la realidad de su hijo/a. Es posible que la vida familiar continúe sin conflictos, pero obviando el tema, y la persona afectada debe limitarse cuando se encuentre en el entorno familiar.

Tanto si eres parte del colectivo LGTBI y tienes dificultades en tus relaciones familiares a causa de tu orientación sexual, como si eres padre/madre y no sabes cómo afrontar esta situación, solicita una cita conmigo a través del formulario o chat, y te ayudaré a gestionar las dificultades que se te presenten.